¡CUANTO POLVO!

¡CUANTO POLVO!

Cuanto polvo

El polvo es el fastidio más grande de las amas de casa, aún no se termina de limpiar y ya hay polvo otra vez sobre el piso y los muebles. Peor aun cuando salimos de vacaciones, al regresar la encontramos llena de polvo, a pesar de haber dejado todo limpio y bien cerrado. Nunca acabamos de quitar el polvo, día tras día, ¿por dónde entra tanto? Y qué decir cuando el marido es de aquellos que llegan pasando los dedos sobre los muebles, hay que ser graduada de la carrera de licenciatura en limpieza para darle gusto.

El polvo puede provocar alergias a causa de esos horribles animalitos microscópicos llamados ácaros. Algunas décadas atrás no se conocía tanto sobre muchas cosas y el polvo era solo polvo, nadie pensaba que habitaban seres vivos y dañinos en él. Los ácaros se alimentan de células muertas de humanos y animales, es decir de nosotros y nuestras mascotas. Por mucho que limpiemos, siempre hay ácaros en nuestra casa, los deshechos de los ácaros contienen enzimas y estas enzimas son las causantes de las alergias y asma en humanos. El polvo no nos presenta más que un feo panorama, no sirve para otra cosa que para ensuciarlo todo y enfermarnos. Sin embargo, para Dios el polvo fue un precioso material, con el que hizo Su obra más maravillosa: el hombre.

¿Por qué Dios escogió un material tan indeseable para hacer al hombre?
Dios no nos ocultó nuestro origen, en Su Palabra nos dice de qué estamos hechos: del polvo de la tierra: “Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.” (Génesis 2:7 NVI) Él quería que lo supiéramos para que no nos envaneciéramos. Reconocer que somos solo polvo, es aceptar con humildad que no somos dioses, a pesar de los grandes dones y privilegios que nos ha dado Dios entre los demás seres vivientes. ¡Cuántos hombres se creen dioses a causa de sus riquezas, su éxito o su fama! Todos ellos al morir, no se llevarán nada de sus pertenencias terrenales y se convertirán en polvo, pues dijo el Señor: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás» (Génesis 3:19 NVI)

Cuántas mujeres se creen diosas de la belleza, llenas de vanidad, buscando cada vez ser más hermosas, invirtiendo todo lo que tienen en tratamientos de belleza y cirugías plásticas, vistiéndose a la última moda y frecuentando sitios en donde ser admiradas. Todas ellas volverán al polvo también y su belleza se esfumará.

El que Dios nos haya hecho del polvo de la tierra, también significa que Él puede hacer de algo insignificante, una gran obra. Así que nadie debe sentirse inferior si se pone en las manos de Dios y se deja moldear por Él, que puede hacer grandes maravillas con una persona que ante los ojos humanos parezca muy poca cosa. No hay perdedores entre los hijos de Dios, somos todos vencedores, así estemos cojos, mancos, ciegos, etc. porque para Él eso no es ningún obstáculo. El Señor puede hacer un gran hombre o mujer de Dios de todo aquel que responda a Su llamado, no importa su condición física, ni social, ni económica.

Estamos hechos del polvo de la tierra, el polvo es sinónimo de suciedad. Nuestro corazón puede ensuciarse con muchas cosas, puede mancharse de envidias, codicia, celos, mentiras, malos deseos, calumnia, intrigas, odio, rencor, etc. Jesús puede limpiar ese corazón si le abrimos las puertas del mismo. Nadie más puede hacer un trabajo de limpieza en nuestro corazón, como lo hace Él.

En conclusión, los seres humanos estamos muy vinculados con el polvo, nos guste o no, parece que nunca nos desharemos de él, así que paciencia y ¡a seguir sacudiendo todos los días!

Escrito por: Angélica García Sch.

Para: www.mujerescristianas.org

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